Oremos…
Querido y asombroso Dios que estás por encima de mis más amplias y profundas imaginaciones sobre tu Ser, creo que Tú existes. En Éxodo 3:13 y 14 Moisés te pregunta: “Cuando vaya a dar tu mensaje a los israelitas, ¿qué pasa si me preguntan tu nombre? ¿Qué debería decir?”. Tú respondiste: “YO SOY EL QUE SOY” ¡Poderoso! Decías: “¡Yo soy el que existe!”. Gracias, Señor, por la fe para creer.
En 1 Reyes 18, los israelitas ya no te escuchaban; estaban siguiendo a Baal. Sin embargo, les diste una gran lección objetiva a través del profeta Elías cuando reunió a 950 profetas de Baal en el Monte Carmelo. Elías dijo: ¿Cuánto tiempo vas a luchar con las dos opciones? Si el Señor es Dios, seguidle; pero si es Baal, seguidlo. ¿Existe Jehová Dios, haciéndolo el Dios verdadero? ¿O no?
Padre Celestial, es bueno recordar cómo Elías empapó su ofrenda en agua y luego oró “Respóndeme, oh SEÑOR, respóndeme, para que este pueblo sepa que Tú, oh SEÑOR, eres Dios…” Hiciste llover fuego celestial para quemar no solo la ofrenda sino también la madera, las rocas y el polvo. ¡Le demostraste a esa gente trastornada y conmocionada que Tú existes! Cuando el pueblo vio lo que hiciste en aquel monte de prueba, se postraron sobre sus rostros y dijeron: “El SEÑOR es Dios; el SEÑOR, Él es Dios.” Ellos admitieron que Tú verdaderamente eres el único Dios “real” y que no cambia.
Los profetas de Baal, sin embargo, pasaban todo el día clamando a él en voz alta, brincando de un lado a otro en un frenesí, y cortándose tanto que su sangre brotaba sobre ellos. Pero nada sucedió porque Baal no existió y aún no existe.
En 1 Reyes capítulo 19, Elías sintió que él era el único que quedaba que te adoraba. ¡Le diste un susto al decirle que tenías 7.000 personas que nunca habían adorado a Baal! Esa es mucha gente en Israel que había creído en Ti todo el tiempo. Los creyentes tampoco estamos solos, aunque lo parezca. Eso es un consuelo.
Padre celestial, ya que existes y no cambias, tienes un derecho sobre mi vida que debo honrar. Quiero vivir en la justicia que me puedes dar y llevar a otros a decir: “El SEÑOR, Él es Dios”. Tú haces el trabajo en los corazones y nosotros podemos observar.
Muchas gracias por revelarte a mí.
Por C.K. Wilson, 2022. Traducción Nancy Mckeeth.